Mientras escribo esta entrada estoy recibiendo millones de
datos informativos: El tacto delas yemas de mis dedos en las teclas del
ordenador, el sonido del aire acondicionado, el picor de uno de mis ojos algo
seco, la sensación de sed debida al calor o a la comida, el aroma del perfume
de las flores que hay en mi mesa, el color de la portada de un libro… pero
apenas soy capaz de procesar unas decenas de todos ellos. Entonces, ¿se pierde
toda esta información? No.
Existe una parcela de la mente que almacena todo este bagaje
de información, aparentemente inútil, lejos del pensamiento consciente y que la
utilizaremos inconscientemente en algún momento: La intuición.
Según Tymothy D. Wilson ( Catedrático de Psicología de la
Universidad de Virginia)la intuición es un lugar al que llama “inconsciente
adaptativo” y que “se las arregla estupendamente para hacerse una composición
de lugar de lo que nos rodea, advertirnos de los peligros, establecer metas e
iniciar acciones de forma elaborada y eficaz”.
Otro concepto de Intuición nos lo da Gerd Gigerenzer, dice
que es un proceso evaluativo que aparece rápidamente, de cuyas razones
subyacentes no somos plenamente conscientes
y que es lo bastante fuerte para que actuemos en función de la misma.
Es fácil deducir que el pensamiento científico, basado en
las leyes de la lógica y la razón, no siempre lo ha visto claro, como es previsible. Hay una
parte de la Psicología que califica a la intuición como un proceso poco de
fiar, sobre todo por la inmediatez de la toma de decisiones basadas en ella.
En determinadas circunstancias tomamos mejores decisiones si
tenemos en cuenta una buena razón en lugar de más. Estas decisiones instintivas
basadas en una única razón son muy precisas sobre todo cuando hemos de predecir
una situación actual desconocida, cuando es difícil prever el futuro o
disponemos de poca información consciente. Surgen de las reglas generales que
nuestro cerebro ha ido aprendiendo a lo largo de millones de años de evolución.
Extraen un escaso número de datos de un entorno complejo e ignoran el resto.
Tenemos intuiciones sobre sobre cualquier situación, persona
o circunstancia. Son tan fuertes que muchas veces nos impulsan a actuar por
encima de toda lógica. Se utilizan determinadas facultades del cerebro en el
proceso de generar decisiones instintivas. La memoria de reconocimiento (
cuando identificamos algo que hemos percibido anteriormente), el lenguaje, las
emociones o una simple mirada o sonido o sensación táctil… nos ayudan a
acelerar, como un catalizador químico, la toma de decisiones.
El conjunto que forman estas reglas generales con nuestras
capacidades evolucionadas son las que nos distinguen, de momento, de la
inteligencia artificial y sus decisiones basadas en cálculos algorítmicos.
Según Herbert A.Simons, pionero en investigar el proceso que
nos lleva a tomar una decisión y Premio Nobel de Economía, la mayoría tomamos
decisiones siguiendo impulsos emocionales
no totalmente racionales. Barry Schwartz desarrolló, basándose en ello,
su teoría acerca de los “maximizadores y los satisfactores”, dos tipos de
comportamiento que tenemos los hombres
ante la toma de decisiones.
Los maximizadores buscan el mejor resultado y para ello
necesitan contemplar todas las opciones posibles. Los satisfactores se
conforman con un resultado que satisfaga sus expectativas, para lograrlo no
necesitan contemplar todas las opciones posibles. No son conformistas, cuando
encuentran una que les sirve no continúan buscando.
En general los maximizadores suelen ser más “infelices” que
los satisfactores. Los primeros se sienten insatisfechos con lo que tienen
mientras que los segundos ven lo bueno de su elección y disfrutan de lo que
tienen.
La intuición rebusca en el inconsciente para rápidamente
juzgar y analizar situaciones y tomar decisiones en función de cada
circunstancia. Es un proceso mental al alcance de todos pero hay quien sabe
sacarle mayor rendimiento. Intuyen la persona idónea para un trabajo, quién ha
cometido un delito o qué producto será un éxito, quién miente…
¿Se puede educar la intuición? Según Robin M. Hogarth, sí.
Propone varias maneras , una de ellas consiste en aprender a reconocer las
emociones y tratarlas como fuentes de información que contienen conocimientos
que no podemos expresar con palabras. Esas emociones son, por ejemplo, las que
nos hacen sentir incómodos cuando algo o alguien no nos gusta y no sabemos
exactamente por qué.
Otra manera consiste en explorar las conexiones, es decir,
la capacidad para percibir parecidos o semejanzas entre distintas situaciones y
circunstancias con la idea de conseguir enfoques y conclusiones más
interesantes e imaginativas.
Pero… la intuición nos puede llevar también por el lado de
los prejuicios. A la hora de formarnos una idea, una opinión sobre una persona,
el inconsciente puede desenfocar nuestra evaluación con prejuicios acerca de
raza, sexo o religión.
Es cuestión de analizar nuestras intuiciones y evaluarlas. Fiarnos
de ellas o no… ya es otra cuestión.
Un abrazo.
Fuentes: Pere Romanillos, “Educar la intuición. El
desarrollo del sexto sentido” Robin M. Hogarth , ed. Paidós.