Ese pequeño punto azul pálido.

sábado, 9 de marzo de 2013

¿QUIERES QUE UN FÍSICO HABLE EN TU FUNERAL?


.“Quieres que un físico hable en tu funeral. Quieres que le hable a tu familia que sufre, acerca de la conservación de la energía, para que puedan entender que tu energía no ha muerto. Quieres que el físico le recuerde a tu madre desvastada, acerca de la primera ley de la Termodinámica: Que no hay una energía que se cree en el universo, ni tampoco una que se destruya. Quieres que tu madre sepa que toda tu energía, cada vibración, cada  unidad de calor y onda energética de cada particula de su hijo amado se mantiene con ella en este mundo.

Quieres que el físico le cuente a tu padre, que dentro de la energía del cosmos, fuiste lo mejor que podías ser.

Y en algún momento te gustaría, que el físico bajara del púlpito y se acercara a tu esposa y le dijera que todos los fotones que alguna vez salieron de tu cara en una danza, todas las partículas cuyos caminos fueron interrumpidos por tu sonrisa, por el tacto de tu pelo, ciento de trillones de partículas, se han disparado como niños, sus formas cambiadas para siempre por ti.

Y mientras tu viuda se consuela en los brazos de algún ser amado, ojalá que el físico pueda recordarle que esos fotones que salieron de tu cara, fueron recogidos en el detector de partículas que son sus ojos, y que esos fotones creados en constelaciones de neuronas cargadas electromagnéticamente, seguirán ahí para siempre. 

Y el físico recordará a la gente ahí reunida, cuánto de toda nuestra energía  se transmite en calor. Y les dirá que ese calor que salió de ti en vida, sigue estando allí, sigue siendo parte de todo lo que somos, incluso en los que estamos sufriendo tu partida, para seguir después, en el calor de nuestras propias vidas.

Y vas a querer que el físico le explique a los que te quisieron que todo esto no es cuestión de fe, sino algo que se puede medir. Que los científicos han podido medir con precision la conservación de energía y comprobaron que es  precisa, consistente y verificable, a través del espacio y del tiempo.

Entonces desearás que tu familia examine la evidencia y quede satisfecha con esto que ha probado la ciencia, para quedar reconfortada en la certeza de que tu energía todavía está aquí.

De acuerdo a la ley de la conservación de la energía, nada de ti se ha ido.

Es simplemente es que estás de manera menos ordenada. . .."

AARON FREEMAN

lunes, 4 de febrero de 2013

SOMOS HIJOS DE LA LLUVIA.



SOMOS HIJOS DE LA LLUVIA.
Existimos en una minúscula, delgadísima lámina de realidad entre el abismo abrasador y el cosmos helado: la biosfera terrestre. Resulta difícil enfatizar lo muy pequeño y estrecho que es este lugar: apenas se extiende desde un poco por debajo del fondo de los océanos hasta la zona alta de la estratosfera. En un universo de miles de millones de años-luz, en un planeta con casi trece mil kilómetros de diámetro, eso son sólo cincuenta mil metros, paso arriba, paso abajo.

Todo lo que somos, casi todo lo que amamos, existe en esa estrechísima franja vertical de cincuenta kilómetros. Como de Madrid a Aranjuez. O de Barcelona a Manresa. O de Buenos Aires a Colonia Sacramento. O de Valencia a Burriana. Si fuera horizontal, se podría recorrer de punta a punta con el metro. O con el cercanías.

Nuestra historia comenzó con la lluvia. Fue el día en que en la Tierra comenzó a llover los gases producidos durante su formación cuando se sentaron las bases de la vida. De manera muy destacada, un gas relativamente común en el universo que se vuelve líquido por debajo de 100 ºC de temperatura: el agua, resultado de la combinación entre el hidrógeno y el oxígeno. El hidrógeno (específicamente el hidrógeno-1) es el elemento más común de este universo, y la inmensa mayor parte de la materia que se generó durante el Big Bang. Después viene el helio, que es un gas noble y apenas reacciona con otras cosas. Y a continuación el oxígeno (oxígeno-16): el tercero más común de nuestra galaxia. Esta abundancia de hidrógeno y oxígeno, que se combinan fácilmente en forma de H2O, hacen que el agua sea frecuente en nuestro sistema solar y en todas partes en general. Es agua entre el 55% y el 78% de lo que eres, soy, somos.

Así pues, conforme la temperatura del planeta fue descendiendo después de la formación del sistema solar, el vapor de agua alrededor de la Tierra pasó a estado líquido y comenzó a llover. Las depresiones y simas empezaron a llenarse de agua, formando ríos y mares y océanos. Así comenzó nuestra historia.
Pues el agua presenta muchas otras propiedades interesantes, y la más importante de ellas para la vida es su cualidad de disolvente universal a temperaturas planetarias bastante típicas y compatibles con la química del carbono (que es el cuarto elemento más corriente del universo). Son muchos los átomos y moléculas que se dispersan fácilmente por el seno del agua, permitiendo su fácil contacto, interacción y combinación. Así fueron surgiendo en la Tierra (y es de presumir que en muchos otros lugares) moléculas cada vez más complejas.

Entre estas moléculas se encuentran los aminoácidos. Un aminoácido no es mucho más que un átomo de nitrógeno (el séptimo más corriente de la galaxia) y otro de hidrógeno (el más común) enlazados químicamente con oxígeno (el tercero más habitual), carbono (el sexto) y una cantidad variable de átomos menos frecuentes, pero aún así abundantes. Nada fuera de lo ordinario, como vemos: son sólo combinaciones químicas vulgares de los elementos más comunes en nuestro universo, nuestra galaxia y nuestro sistema solar, muy facilitada por hallarse disueltos en el agua líquida de los mares terrestres (y seguramente de muchos más sitios). Glicina, alanina, triptófano, cosas así de sencillas. En las cercanías de los volcanes submarinos, al haber más temperatura y movimiento, estas reacciones se producen de manera extensiva y acelerada; pero en general suceden por todas partes.

Los aminoácidos, con el paso del tiempo, se recombinan a su vez en cadenas de átomos más largas y complejas, que llamamos proteínas. No son especialmente complicadas: sólo largas tiras de aminoácidos enganchados químicamente. Si siguen reaccionando y combinándose durante más tiempo (hablamos de cientos de millones de años), algunas de estas proteínas terminan formando cadenas enormes, muy liosas y relativamente inestables por su misma complejidad. Se rompen con facilidad, a lo largo de sus uniones químicas menos estables. Entonces, los fragmentos desestabilizados tienden a atraer nuevos átomos de esos tan corrientes, con el resultado de formar cadenas nuevas con una forma parecida a la anterior. Una y otra vez.

Eso son ya reacciones biológicas. Eso es la vida.

La vida no son más que estas cadenas moleculares de átomos corrientes en la galaxia rompiéndose y reproduciéndose a sí mismas continuamente dentro de un entorno de agua común. Con el paso del tiempo (más cientos de millones de años) se van volviendo más y más complicadas, estableciendo nuevos tipos de uniones y combinaciones, hasta formar células, seres pluricelulares, plantas, animales, tú y yo y nosotros.

A lo largo de los eones, estas cadenas de átomos corrientes han ido recogiendo por ahí otros más raros (pero aún así, nada infrecuentes). Tu cuerpo y el mío están así formados de los muy vulgares oxígeno (65%), carbono (18%), hidrógeno (10%) y nitrógeno (3%); la mayor parte, en forma de agua (hidrógeno + oxígeno) y bases aminoácidas (nitrógeno, hidrógeno, oxígeno, carbono). El resto de las cosas que hemos ido pillando por ahí a lo largo de la larguísima historia de la vida son calcio (1,5%), fósforo (1,2%), potasio (0,25%), azufre (0,25%), cloro (0,15%), sodio (0,15%), magnesio (0,05%), hierro (0,006%), flúor (0,0037%) y otros cuantos más en cantidades marginales, hasta un total de sesenta elementos sobre los aproximadamente cien que se dan de forma natural en el universo, en la galaxia y en el sistema solar.

En la historia de la vida, las invaginaciones en el abdomen inferior de los seres pluricelulares son muy anteriores a las proyecciones. Cuando esta historia se reproduce en el desarrollo embrionario, como vimos en el post anterior, ocurre lo mismo (¿te has fijado alguna vez en esa especie de costurón o cicatriz que hay a lo largo de los genitales de los chicos, por la parte de abajo? Se llama el rafe, y no es otra cosa que el cierre de la invaginación primigenia –no muy fino; un buen cirujano lo haría mejor–). Como todos tuvimos raja antes que ninguna otra cosa (en la historia de la vida y en nuestra historia personal), y pudimos surgir porque empezó a llover, a mí me gusta decir que todos y todas somos hijos de la lluvia.

Cada vez que nos empapemos de lluvia...

fuente: La pizarra de Yuri