El número “Phi”, “Divina Proporción” y la interrelación con
el pentáculo o pentagrama, las líneas que lo representan se dividen
automáticamente en segmentos y la razón de todos ellos equivale a 1,618, es
decir, “Phi”. Por esto, el pentáculo se ha convertido en el símbolo histórico
por antonomasia de la “Divina Proporción”, signo de la belleza y la armonía
ligado a la Diosa y la divinidad femenina.
Vaya por adelantado que los símbolos siempre han acompañado
a la humanidad, desde los tiempos más remotos hasta la actualidad. Su intenso
uso no debe ocultar, sin embargo, que cuentan con la importante dificultad de
su interpretación. De hecho, pretender mostrar a alguien lo que un determinado
símbolo significa es tanto como aspirar a enseñarle que debería sentir al
escuchar una sinfonía o al leer un poema. En última instancia, un símbolo
representa algo diferente para cada uno. Con todo, los símbolos han desempeñado
históricamente y juegan hoy un notable papel.
Entre los distintos símbolos heredados de antiquísimas
culturas, el pentáculo merece una especial atención. Muy anterior al
cristianismo y a la mayoría de las religiones, se encuentra directamente
enlazado con el culto a la Naturaleza y el principio hermético de género.
Proviene de una época en la que la humanidad dividía el mundo en dos grandes
mitades: la femenina y la masculina. Sus dioses y diosas actuaban para mantener
el equilibrio de poder. Si se alcanzaba el equilibrio entre lo masculino y lo
femenino -el “yin” y el “yang”-, la armonía reinaba en el mundo; en caso
contrario, dominaba el caos. En este contexto, el pentáculo representa a la
diosa del amor sexual femenino y, por lo mismo, la mitad femenina de todas las
cosas, esto es, la “divinidad femenina” o “venus divina” estudiada como
concepto por los historiadores de la religión.
Para entenderlo mejor, hay que tener en cuenta que, hace
miles de años, el ser humano creía en el orden divino de la Naturaleza. Por ello,
el planeta Venus y la diosa de igual nombre conformaban una identidad. La diosa
Venus -denominada, igualmente, La Estrella de Oriente, Ishtar, Astarte,...-
ocupaba, así, un lugar en la bóveda celeste y estaba ligada al gran poder
femenino y sus vínculos con la Naturaleza y la Madre Tierra.
La elección del pentáculo para denotar ese poder y tales
vínculos no es fruto de la casualidad. Se basa en la estrecha asociación
gráfica existente entre el signo y el planeta: Venus, en su desplazamiento
cósmico, traza, precisamente, un pentáculo imperfecto cada ocho años. Los
astrónomos y sabios de la antigüedad conocieron este hecho y convirtieron a
Venus y su pentáculo en símbolos de perfección y belleza y síntesis de las
propiedades cíclicas del amor sexual.
Por otra parte, los orígenes y el verdadero significado del
pentáculo son completamente ajenos a su utilización en ritos satánicos. Esta
circunstancia es consecuencia de la distorsión sobre sus connotaciones a lo
largo de los siglos. Distorsión en absoluto casual y motivada, en lo
fundamental, en el empeño que la Iglesia católica en borrar y desprestigiar
todo los vestigios de las creencias que la precedieron. Desde su nacimiento, la
Iglesia romana se marcó la estrategia de relacionar con el mal la globalidad de
los signos y dioses y diosas antiguos, diluyendo sus fidedignas referencias.
Fue así como se alteró el significado del pentáculo, del mismo modo, por poner
otro ejemplo, que el famoso tridente de Poseidón se transfiguró en atributo del
demonio.
A este respecto, resulta curioso constatar como también el
término “pagano” se usa hoy frecuentemente con relación tanto al ateísmo como a
prácticas satánicas. Mas tampoco se corresponde con la procedencia de la
palabra, que proviene del latín “paganus” y cuyo tenor literal es “habitante
del campo”. Una condición que, entre otras cosas, estaba ligada al
mantenimiento de los antiguos cultos rurales relacionados con la naturaleza y
extraños al apostolado acometido por los católicos. Por ello, la Iglesia los
trataba con desprecio, lo que también tuvo su reflejo lingüístico en el uso
peyorativo de la expresión villano -habitante de la villa, del núcleo rural-.
En la cultura moderna han desaparecido casi la totalidad de
las asociaciones entre Venus y la unión masculino-femenina. Pero no todas.
Valga como botón de muestra la palabra venéreo. O el plazo -cada cuatro años-
de celebración de las Olimpiadas, un tributo de la antigua Grecia a la magia de
Venus y a su ciclo cósmico. Aún más, el pentáculo estuvo a punto de convertirse
en el emblema oficial olímpico, pero fue sustituido por un círculo (aro), al
entender los que tomaron la decisión que refleja mejor el espíritu olímpico de
unión y armonía. La idea inicial fue ir añadiendo un nuevo aro por cada nueva
edición de las olimpiadas. No obstante, el influjo del pentáculo y sus cinco
puntas volvió a manifestarse cuando se abandonó este criterio y se adoptó el
famoso emblema de los cinco anillos.Hasta la próxima semana y Feliz Nuevo Ciclo
Cósmico para todos....
Migdalia Garcia Machado blog Reflexiones Cuánticas.